
La actividad física conjunta entre humano y perro no solo fortalece el vínculo afectivo, sino que también mejora la salud física y mental de ambos. Sin embargo, antes de comenzar una rutina de ejercicio con tu perro, es imprescindible conocer sus necesidades fisiológicas, limitaciones individuales y pautas de entrenamiento adecuadas. Este artículo ofrece un enfoque técnico y preciso para tutores que deseen integrar el ejercicio en la vida cotidiana de su perro de manera segura y efectiva.
Antes de implementar cualquier programa de ejercicio, se debe realizar una evaluación veterinaria completa. Esta debe incluir:
Especialmente en perros geriátricos, braquicéfalos o con antecedentes de displasia, luxación patelar u obesidad. También es crucial considerar la raza, edad y temperamento. Por ejemplo, un Border Collie tiene requerimientos y tolerancia al ejercicio significativamente distintos a los de un Bulldog Inglés. Los perros jóvenes aún en desarrollo (menores de 12-18 meses, dependiendo del tamaño) no deben realizar ejercicios de alto impacto para evitar lesiones en placas de crecimiento.
Para estructurar un programa de ejercicio eficaz y seguro, puede emplearse el principio FITT-VP (por sus siglas en inglés): frecuencia, intensidad, tiempo, tipo, volumen y progresión (Lee et al., 2020):
Incorporar deportes caninos no solo mejora la forma física, sino también la estimulación mental. Actividades como el agility promueven la coordinación y la obediencia, mientras que el frisbee son ideales para razas de alta energía, favoreciendo la salud cardiovascular (Mehus-Roe, 2009). Las competencias de obediencia, además, refuerzan el vínculo entre tutor y perro mediante el refuerzo positivo y la disciplina estructurada.
En el caso de cachorros, los ejercicios deben enfocarse en el desarrollo motor y la coordinación, evitando saltos o esfuerzos prolongados. El uso de dispositivos de fitness adecuados puede ser útil para introducir movimientos seguros y estructurados (Torraca & Mccormick, 2019).
Por otro lado, algunos perros —como los geriátricos o con patologías crónicas— requerirán actividades de menor intensidad. Adaptar el ejercicio a cada caso garantiza beneficios sin riesgo de lesión ni estrés físico excesivo (Byers et al., 2014).
Durante la actividad, el tutor debe observar señales como jadeo excesivo, cambio en la mecánica de movimiento o apatía, que pueden indicar fatiga o malestar. En condiciones de calor o humedad, se debe extremar la precaución para evitar el golpe de calor, una emergencia que requiere atención inmediata.
Recomendaciones clave:
El ejercicio con perros debe ser individualizado, progresivo y multidimensional, combinando movimiento físico, estimulación cognitiva y vínculo emocional. Aplicar principios como FITT-VP y conocer las posibilidades que ofrecen los deportes caninos permite a los tutores diseñar rutinas equilibradas y seguras. La clave está en observar, adaptar y disfrutar del proceso conjunto.